Desde hace unos meses, se ha venido observando un cambio significativo en las abducciones: la gente raramente usa los platillos volantes de líneas regulares, sino, en vez, vuelan en naves de las compañías de bajo coste, que están proliferando como setas. Estas líneas ofrecen vuelos mucho más baratos, lo que hace que, por ejemplo, un mileurista de Móstoles los pueda pagar sin problemas y, aunque las medidas de seguridad son mucho menos estrictas que en las compañías oficiales, y aunque la comida que dan es prácticamente inexistente –una bolsa de cacahuetes venusianos y un brik de leche de vaca lunar para un viaje a Alfa Centauro -, a la gente le suele compensar.
“Antes viajabas con todas las comodidades y no te enterabas de los experimentos que hacían contigo, pero cuando volvías a la Tierra te llegaba la factura, y era para echarse a temblar”, explica Elliot Phonehome, presidente de la Asociación de Abducidos de Torresuso (Soria). “Ahora vamos como sardinas en lata, y las operaciones suelen dejar secuelas, pero cuando llega la hora de pagar, ay amigo, ahí está la diferencia”. Flashgordon Jabbahutt, veterano piloto interestelar de Air Melmac, se encoge de hombros y nos muestra una hoja de excel con las cifras de accidentes de vehículos astronáuticos, en las que las líneas de bajo coste ganan por goleada. “Pero, en fin, si eso quieren, allá ellos”, dice. “Eso sí, que luego no vengan sus herederos pidiendo indemnizaciones”.
Pese a estos inconvenientes, compañías como Space Comet y Astro Virgin están haciendo su agosto. Ya veremos lo que dura.
